lunes, 24 de septiembre de 2018

Restauración de una silla de montar

Este verano he accedido a unos almacenes familiares en los que durante décadas han ido guardando todo tipo de artículos. La acumulación de polvo, carcoma, telas de araña, y otras pequeñas catástrofes, han hecho que muchas de las cosas guardadas estén en unas condiciones bastante malas.
A lo largo del tiempo les iré mostrando como las voy restaurando o tuneando, según me parezca.
Entre esos artículos había una silla de montar que lleva sin usarse, al menos 50 años, que es cuando recuerda un familiar, hubo caballerías en casa.
Estaba tapada con un plástico y sacos, aun así tenía mucho polvo y estaba muy seca.
Pregunté a distintas personas sobre la mejor forma de restaurarla, y las respuestas fueron múltiples, pero todas coincidían en la última parte, darle grasa de caballo. En la foto superior ven la que yo utilicé, de Búfalo.
Debió de tener una especie de mini-pompones en color rojo, azul y verde, y que han quedado reducidos a una especie de botoncitos.
Inicialmente la limpié, con un trapo húmedo quité la mayor parte del polvo, y alguna mancha.
Es una pieza vieja, muy usada, con recortes y cosidos manuales muy bastos, para arreglar desperfectos.
Por lo visto hay en el mercado jabones específicos para limpiar el cuero. Como yo en ese momento no tenía acceso a estos productos, lo que hice fue después de limpiarla con un trapo húmedo, y tratando de no mojar mucho el cuero, darle una capa abundante de grasa de potro, de las que tenía en casa unas cuantas cajas sin empezar.
Aspiré la parte inferior que es de una especie de lino. Seguramente de sacos hechos con lino. Un lino gordo, y que estaba bastante limpio, al menos sin muchas manchas, y conservando un color crudo aceptable.
La grasa de potro la puse al sol, para que estuviese blandita y penetrara mejor en el cuero. Después de la primera mano de grasa, le di una segunda que reblandeció y sacó el mejor color de la piel, como pueden ver en las fotografías.
Para los estribos, los lavé y froté con estropajo de Ajax, de lana de acero, y posteriormente les di la misma grasa, para impedir una oxidación del hierro.
Dentro de un tiempo le daré una tercera mano de grasa, y le sacaré brillo, de momento está descansando. 
En un primer momento pensé en teñirla de marrón, para uniformar más el color, y disimular las múltiples manchas y desgastes por el uso, pero me decidí por dejar que asomaran sus años a través de las "heridas de guerra".
Hasta pronto.




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